Concordia do Livre Arbítrio - Parte VII 3

Parte VII - Sobre a predestinação e a reprovação

Disputa III: ¿Qué se entiende bajo el sintagma «efectos de la predestinación»?

1. Con respecto a la ejecución de la predestinación se nos presenta la siguiente duda: ¿Bajo el sintagma «efectos de la predestinación» se entienden sólo aquellos que son sobrenaturales y conformes en su orden y grado a un fin sobrenatural y, por ello, decimos que son propios del orden de la gracia ─a ellos ya nos hemos referido en nuestros comentarios a la cuestión 14, artículo 13, desde las disputas 8 y 36─ o se entienden de manera genérica todos los que de algún modo conducen a la vida eterna o a su incremento?
2. Con brevedad, hemos de decir lo siguiente. En primer lugar, este sintagma incluye todos los efectos que corresponden al orden de la gracia y conducen a la vida eterna, respecto de la cual ─entendida como fin─ se ordenan los demás dones de la gracia. San Pablo se refiere a todos ellos como los principales, cuando en Romanos, VIII, 30, explica los efectos de la predestinación con las siguientes palabras: «… a los que predestinó, a ésos también llamó (a saber, por medio de los auxilios de la gracia previniente y excitante, de los que ya hemos hablado en las disputas citadas, aunque San Pablo no parece excluir la vocación externa por la predicación, los ejemplos, los latigazos y otros medios, a los que también hemos hecho referencia en esas disputas); y a los que llamó, a ésos los justificó; y a los que justificó, a ésos también los glorificó». Además, aunque la gloria sea el fin hacia el cual la predestinación dirige todas las demás cosas que produce, sin embargo, esto no impide que sea efecto de la predestinación. Pues la providencia es causa del fin que dirige y realiza a través de unos medios, aunque sea el plan de estos medios con vistas al fin.
3. También debemos decir que el sintagma «efectos de la predestinación» incluye de manera genérica todas las cosas que de algún modo conducen a la vida eterna o a su incremento, entre las que se encuentran un natural tendente a la probidad, una buena educación, las oraciones de otras personas e incluso la propia muerte, cuando se produce en un momento y no en otro. Esto se puede demostrar así: En primer lugar, dice San Pablo en Romanos, VIII, 28: «Todas las cosas concurren hacia el bien para quienes aman a Dios»; en segundo lugar, los dones de la gracia a menudo dependen de otros medios de la misma naturaleza. Asimismo, que alguien abandone esta vida en gracia y, por ello, estando predestinado, en algunas ocasiones depende de que el día postrero le llegue antes o después, según leemos en Sabiduría, IV, 11-14: «Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiese su inteligencia y el engaño no extraviase su alma… Pues su alma era grata al Señor; y por esto se dio prisa para sacarle de en medio de la maldad». Por tanto, todas estas cosas deben incluirse entre los efectos de la predestinación.
4. Por otra parte, hay dos cosas necesarias para que algo sea efecto de la predestinación. Primera: Que proceda de Dios; pues lo que no procede de Dios, no puede ser efecto de la predestinación, en tanto en cuanto la predestinación es el propio Dios. Por esta razón, no puede decirse que los pecados sean efectos de la predestinación, porque no pueden proceder de Dios, aunque a menudo supongan el momento oportuno para que alguien alcance la beatitud o su incremento. Pero como la permisión de los pecados procede de Dios y en algunas ocasiones se convierte en un beneficio del propio pecador ─cuando éste resurge del pecado más humilde, más prudente y más fervoroso─ y en otras sirve para utilidad de otros, bien puede ser efecto de la predestinación. Segunda: Que conduzca a la beatitud o a alcanzar realmente su incremento o que sea la propia beatitud. Pues como sólo hay predestinación con respecto a aquellos que alcanzan la vida eterna, aunque algún efecto proceda de Dios y éste sea la gracia que convierte en agraciado, sin embargo, en el caso de que alguien no vaya a alcanzar a través de este efecto la vida eterna, éste podrá ser un efecto de la providencia con el que Dios lo dirige hacia la vida eterna, pero no un efecto de la predestinación, porque no habrá ninguna para aquel a quien Dios ayuda con este efecto, porque no alcanzará la felicidad suprema por su propia culpa.