Concordia do Livre Arbítrio - Parte VII 1
Parte VII - Sobre a predestinação e a reprovação
Artículos I y II: Disputa I: Qué es la predestinación
1. Puesto que la predestinación, como ya hemos explicado, es casi una parte de la providencia divina, Santo Tomás también disputa sobre ella cuando trata el tema de la providencia.
Ya hemos presentado los fundamentos de todo el tratamiento dedicado a la predestinación y la reprobación en nuestros comentarios a la cuestión 14, artículos 8 y 13, a la cuestión 19, artículo 6, y a la cuestión anterior, artículos 1 y 4. Por esta razón, debemos tener todo esto en cuenta para poder entender un modo legítimo de predestinación y de reprobación que sea digno de la majestad y bondad divinas, que sea conforme a las Sagradas Escrituras y que no parezca inferir perjuicio alguno a todo aquello que ─en nuestros comentarios al artículo 13 citado─ ya hemos demostrado sobre la gracia divina o la libertad de nuestro arbitrio. Si, tal como esperamos, confiando en el auxilio divino, explicamos la predestinación y reprobación divinas de tal manera que resulte evidente que concuerdan con todo lo anterior, creo que no tendremos necesidad de otro testimonio, para que se entienda que hemos alcanzado la verdad.
2. Es cosa muy sabida, por lo que podemos leer en las Sagradas Escrituras, que la predestinación es el medio a través del cual, desde la eternidad, Dios ha destinado para la vida eterna a quienes la alcanzan. Así leemos en Romanos, VIII, 29-30: «Porque a los que conoció de antemano, a ésos los predestinó a ser conformes a la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos los justificó; y a los que justificó, a ésos también los glorificó». Y en Efesios, I, 4-5: «… por cuanto que en Él nos eligió antes de la constitución del mundo para que fuésemos santos e inmaculados ante Él en caridad, y nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo…».
Pero para que se entienda qué es la predestinación, debemos comenzar por el significado del nombre.
3. «Predestinar» es un término compuesto por «pre», que indica algo anterior, y «destinar». El verbo «destinar» suele entenderse de dos maneras no sólo en las Sagradas Escrituras, sino también entre los antiguos latinos. Según la primera, significa enviar; así se dice en I Macabeos, I, 14: «… enviarona algunos del pueblo para que se presentasen ante el rey»; y en la Vida de Galba de Suetonio leemos: «Enviaron una legación a los pretorianos con las siguientes órdenes…». Según la segunda manera, significa fijar, definir y ordenar. Esta acepción es la más frecuente entre los autores latinos profanos y en las Sagradas Escrituras; así leemos que en II Macabeos, VI, 60, sobre Eleazar se dice: «… decidió no comer cuanto está prohibido por amor a la vida»; en II Corintios, IX, 7, leemos: «… según cada uno ha decidido en su corazón»; igualmente, en De officiis Marco T. Cicerón dice: «Habiendo fijado para uno de ellos el día de su muerte…». Es más, la primera acepción de esta palabra deriva de la segunda; en efecto, a aquellos que son enviados, antes se les ha ordenado que vayan.
4. Por tanto, Santo Tomás en este pasaje, Durando (In I, dist. 40, q. 1), Driedo (De concordia liberi arbitrii et praedestinationis, cap. 1) y otros toman el término «destinar» según la primera acepción y afirman que la predestinación es el plan de trasladar a la criatura racional a la beatitud sempiterna. Pues sostienen que «destinar» significa lo mismo que «trasladar» y «destino» lo mismo que «traslado». Además, cuando alguna cosa debe llegar a donde no puede haciendo uso tan sólo de sus fuerzas, es necesario que alguna otra cosa la traslade allí directamente, del mismo modo que la flecha alcanza directamente el blanco por el disparo del arquero. Por tanto, así también, como la criatura dotada de entendimiento no puede llegar a la felicidad sempiterna ─porque es un fin sobrenatural─ sólo con sus fuerzas, sino que necesita del auxilio sobrenatural y divino, la dirección y conducción de ésta a la beatitud por medio de auxilios divinos se denomina, según esta acepción, «destino», esto es, traslado a la beatitud. Y el plan de los auxilios y los medios para trasladarla, que ya está en Dios desde la eternidad, junto con el propósito de hacerlo ejecutar, recibe ─en razón de su antecedencia─ el nombre de «predestinación» de esta criatura a la beatitud.
5. Pero otros, acogiéndose a la segunda acepción del término «destinar», sostienen que «predestinación» significa la predefinición y preordenación por las que Dios ─tal como ha decidido desde la eternidad─ confiere estos medios a algunas criaturas dotadas de entendimiento para que alcancen la vida eterna. Así, además de Cayetano, en sus comentarios a Romanos, VIII, 29 («porque a los que conoció de antemano, a ésos los predestinó»), Alberto Pighio (De libero arbitrio, lib. 8, cap. 2) y muchos otros, San Jerónimo en sus primeros comentarios a Efesios, I, 5: ─nos predestinó a la adopción…─ identifica la predestinación con la predefinición. También San Agustín, o quienquiera que sea el autor del Hypognosticon (lib. 6), afirma: «Se dice que predestina quien prevé o preordena una cosa futura»; y un poco más adelante: «Por tanto, gracias a su presciencia predestina lo que es bueno, es decir, lo preordena antes de que realmente acontezca». Lo mismo dicen las Sagradas Escrituras, porque no sólo en Hechos de los apóstoles, XIII, 48 («creyendo cuantos estaban preordenados a la vida eterna») leemos que los predestinados han sido preordenados, sino que en Romanos, VIII, 29 y en Efesios, I, 5, el traductor latino vierte como «predestinó» lo que en griego aparece como προωρισε, procedente del verbo προορζω, que significa predefinir, prefijar, predeterminar.
6. Aunque ya según un uso común, en las obras de los Teólogos e incluso en las Sagradas Escrituras, se habla de «predestinación» dando a entender la preordenación eterna de Dios por la que Él decide conferir a las cosas dotadas de inteligencia los medios para que alcancen la vida eterna ─y es en este sentido también en el que, en adelante, nosotros utilizaremos el término «predestinación»─, sin embargo, este término en sí mismo es más genérico. Por esta razón, los Padres a veces recurren a él para dar a entender cualquier preordenación de Dios. Por eso, San Agustín (Hypognosticon, lib. 6; De civitate Dei, lib. 15, cap. 1, y lib. 21, cap. 24), San Fulgencio (Ad Monimum, lib. 1) y otros hablan de «predestinación al suplicio» refiriéndose a la preordenación de los réprobos para el suplicio eterno a causa de la previsión de sus pecados. En De praedestinatione Sanctorum (c. 10), San Agustín denomina «predestinación» a la preordenación de conferir cualquier gracia o don y, según dice, la gracia y la predestinación sólo difieren en que esta última es una preparación para la gracia y la gracia es ya su propia donación. Finalmente, el autor del Hypognosticon (lib. 6) denomina «predestinación» a la preordenación de cualquier bien. Casi de la misma manera habla San Juan Damasceno (De fide orthodoxa, lib. 2, cap. 30), aunque sólo diga que Dios predefine y predestina lo que quiere, sin ninguna dependencia del libre arbitrio creado. Aquí Damasceno dice que Dios sabe si va a acontecer o no lo que Él mismo ha puesto en la potestad del arbitrio creado, pero sin predefinirlo, ni predestinarlo, como si lo quisiera sin ninguna dependencia por parte del arbitrio creado y no impusiera a éste ninguna necesidad.
7. Así pues, considerada de manera precisa, la predestinación suele definirse de diferentes maneras. En este pasaje (artículo 1), Santo Tomás dice que es el plan de trasladar a la criatura racional a la vida eterna. Debe entenderse que este traslado realmente se cumple; para ello es necesario que a este plan le acompañe el propósito de conferir los medios a través de los cuales esta criatura alcance la beatitud. En su segundo artículo, presenta esta definición: Es el plan ordenado para que la criatura dotada de inteligencia alcance la vida eterna, que igualmente debemos entender que se cumple. En De bono perseverantiae (cap. 14), San Agustín define la predestinación como la presciencia y preparación de los beneficios de Dios gracias a los cuales todos los que se liberan lo hacen con toda seguridad. Otros la definen como la preparación para la gracia en el tiempo presente y para la gloria en el tiempo futuro.
8. Sin embargo, según creo, podría definirse mejor de la siguiente manera: La predestinación es el plan del orden o de los medios ─a través de los cuales, tal como prevé Dios, la criatura racional será conducida a la vida eterna─, presente en la mente divina junto con el propósito de ejecutar este mismo orden. En efecto, según el parecer de Santo Tomás en este pasaje y la opinión común de los Teólogos, la predestinación, en la medida en que procede tanto del entendimiento, como de la voluntad divina, es como una parte sujeta a la providencia divina, siempre que consideremos su objeto. Pues la providencia divina se extiende a todas las cosas; pero la predestinación sólo se extiende a las cosas dotadas de entendimiento, que son las únicas capaces de experimentar beatitud. A su vez, podemos observar una providencia con respecto a cualesquiera fines; pero predestinación sólo hay con respecto a la beatitud sobrenatural. Pero como Dios también ejerce su providencia sobre los réprobos, no sólo porque, en razón de la conveniencia de algunos fines, quiere permitir los pecados que, según prevé, van a cometerse por la libertad y perversidad de los réprobos y también ─como exigen su equidad y su justicia─ quiere castigarlos con vistas a los mejores fines, viéndose en todo esto el plan de la providencia, sino también porque, del mismo modo que quiere con voluntad condicionada o antecedente que todas las criaturas dotadas de entendimiento alcancen la salvación, siendo este el fin por el que todas ellas han sido creadas, como hemos explicado en nuestros comentarios a la cuestión 19, artículo 6, así también, sobre todas ellas ejerce una providencia con respecto a la beatitud sobrenatural, haciendo ejecutar por su parte los medios a través de los cuales llegarán a la beatitud, en el caso de que esto no esté al alcance de sus potestades ─y sobre todo al alcance de las potestades de quienes no llegan al uso de razón─ o, como descendientes de Adán, al alcance del primer padre y del curso de las cosas, como ya hemos explicado en nuestros comentarios a la cuestión anterior, artículo 1; entonces, como estamos diciendo, puesto que Dios ejerce su providencia para la beatitud con respecto a todas las criaturas dotadas de inteligencia y, por ello, en Él se encuentra el plan de los medios a través de los cuales puedan llegar a la vida eterna, junto con el propósito ─en lo que a Él concierne─ de ejecutar este orden, por ello, la providencia se reduce a un plan de predestinación que sólo se extiende a las criaturas que alcanzarán la vida eterna, según hemos dicho: «… a través de los cuales, tal como Dios prevé, la criatura racional será conducida a la vida eterna». Pero Dios confiere estos medios con mayor facilidad, porque, como veremos, la predestinación divina posee toda su certeza sólo en virtud de la presciencia a través de la cual Dios prevé que va a alcanzar la vida eterna aquel a quien quiere conferir los medios que lo conviertan en predestinado, aunque si éste quisiera, podría rechazarlos, abusar de ellos y no alcanzar la vida eterna. De esta manera conciliaremos fácilmente la certeza de la presciencia divina con la libertad de nuestro arbitrio.
Hemos dicho que la predestinación, siempre que consideremos su objeto, es como una parte sujeta a la providencia divina, porque en Dios la predestinación y la providencia son exactamente el mismo acto, tanto por parte del entendimiento, como por parte de la voluntad; sin embargo, este acto, considerado como predestinación, se relaciona con un número de objetos menor que si lo consideramos como providencia; y estas son relaciones de razón, como es evidente por los comentarios que hemos hecho a la cuestión 14, artículo 15, y a la cuestión 19.
9. Por todo ello, es evidente que la predestinación se encuentra formalmente en Dios y, por ello, es eterna; a partir de ella los hombres y los ángeles de quienes decimos que han sido predestinados, reciben esta denominación de manera extrínseca, de la misma manera que también se dice con denominación extrínseca que son conocidos y amados por Dios. Pero la ejecución o los efectos de la predestinación divina, como son la vocación, la justificación, &c., se producen ya en un momento del tiempo y poseen existencia en los propios predestinados o en otras cosas creadas, como son los milagros y otros medios extrínsecos que ayudan al predestinado a alcanzar la vida eterna. Por ello, formalmente la predestinación no añade nada a los predestinados; de ella tan sólo se siguen los efectos en los predestinados en el momento fijado de antemano por Dios.