Concordia do Livre Arbítrio - Parte I 16

Parte I - Sobre as capacidades do livre-arbítrio para praticar o bem

Disputa XVI: Sobre las fuerzas del libre arbitrio para cumplir toda la ley, incluida la que obliga bajo pecado venial

1. En la disputa quinta hablamos de las fuerzas de nuestro arbitrio ─en estado de naturaleza corrupta─ para realizar cada uno de los actos morales, tanto naturales, como sobrenaturales. Si algo falta, hablaremos de ello en la disputa 19.
2. Ahora debemos hablar de las fuerzas del arbitrio para cumplir toda la ley y cada una de sus partes. Pero como en la disputa 3 hemos explicado que las fuerzas del arbitrio son iguales e idénticas tanto en el estado de naturaleza corrupta en ausencia de todo don y auxilio, como en el estado de pura desnudez, no será necesario que nos refiramos a ellas en el estado de pura desnudez, porque lo que digamos de ellas en el estado de naturaleza corrupta ─en ausencia de cualquier auxilio particular─, deberá aplicarse del mismo modo al estado del hombre en pura desnudez. Para comenzar por lo más difícil y meritorio de cumplir, vamos a hablar en primer lugar de las fuerzas del arbitrio para cumplir toda la ley, incluida la que obliga bajo pecado venial.
3. Sobre esta cuestión, vamos a ofrecer nuestra primera conclusión: El hombre en estado de naturaleza corrupta ─aunque haya recibido la gracia que convierte en agraciado y le ayuden los auxilios a través de los cuales Dios suele ayudar a los hombres más santos y perfectos─ no puede cumplir toda la ley de tal modo que evite todos los pecados, incluidos los veniales, salvo que esto le haya sido concedido por un privilegio singular, como la Iglesia sostiene que le fue concedido a la Santa Virgen por don divino.
Esta conclusión es materia de fe y contrario a ella fue el error de los pelagianos, según los cuales, el hombre puede vivir hasta el final de sus días sin caer en pecado alguno en virtud tan sólo de las fuerzas de su libre arbitrio.
4. Esta conclusión se colige de lo que leemos en la Primera epístola de San Juan, I, 8: «Si decimos: no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros»; Eclesiastés, VII, 21: «... cierto es que no existe ningún hombre justo en la Tierra que haga el bien sin pecar nunca»; I Reyes, VIII, 46: «... no hay hombre que no peque»; Romanos, VII, 23: «... pero en mis miembros advierto otra ley, que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado». He aquí que San Juan y San Pablo confiesan haber caído en pecados veniales, a pesar de que Dios los hubo ayudado con los auxilios más grandes y excelentes. San Jerónimo (Epistola ad Ctesiphontem y Dialogi adversus pelagianos, lib. 1) y San Agustín (De perfectione iustitiae) ofrecen muchos otros pasajes en los que demuestran esta misma conclusión.
5. El Concilio de Mila define esta misma conclusión, sobre todo en los can. 6, 7 y 8, en los que ofrece varios pasajes de las Sagradas Escrituras como demostración. El Concilio Africano (caps. 81, 82 y 83) ofrece las mismas definiciones. Inocencio I también define lo mismo en su Epistola ad Concilium Carthaginense (Ep. 25), en la que da su aprobación a este Concilio, y en su Epistola ad Concilium Milevitanum (Ep. 27). También Celestino I (Epistola I ad episcopos Galliae) ofrece las mismas definiciones como aprobadas por la Sede Apostólica y añade muchas más en apoyo de esta misma conclusión. Finalmente, el Concilio de Trento (ses. 6, cap. 11 y can. 23) define esta conclusión de la siguiente manera: «Si alguien dijera que el hombre justificado puede evitar durante toda su vida todos los pecados, incluidos los veniales, sin gozar de un privilegio especial de Dios, como la Iglesia sostiene que sucedió en el caso de la Santa Virgen, sea anatema». En la disputa siguiente explicaremos esta definición.
6. Segunda conclusión: En el estado de naturaleza corrupta, el libre arbitrio puede evitar cada uno de los pecados veniales. Esta es una definición fácil de demostrar y que todo el mundo aceptará. En efecto, si el libre arbitrio no pudiera evitar estos pecados, entonces no pecaría al caer en ellos, porque caer en pecado debe ser voluntario y, en consecuencia, debe poderse evitar, ya que, si no fuera voluntario, se seguiría de inmediato que no constituiría pecado; los pasajes citados de las Sagradas Escrituras y las definiciones de la Iglesia hablan de los verdaderos pecados y las culpas que convierten al hombre en pecador y merecedor de su castigo. Por esta razón, puede suceder que la libertad para evitar cada uno de los pecados, lleve pareja la imposibilidad de evitarlos a todos durante un largo espacio de tiempo. En la disputa 20 explicaremos de qué modo se pueden conciliar estas dos situaciones.