Concordia do Livre Arbítrio - Parte I 11

Parte I - Sobre as capacidades do livre-arbítrio para praticar o bem

Disputa XI: También se puede incurrir en pecado de infidelidad, aunque el libre arbitrio no reciba la gracia previniente

1. Por lo dicho hasta ahora, es evidente qué deba responderse a la siguiente duda: si nadie puede creer, salvo que lo prevenga la gracia de Dios y éste lollame interiormente, de aquí se sigue que aquellos entre quienes se divulga el Evangelio y no son prevenidos por la gracia de Dios ─ni se sienten llamados interiormente─, no pecan mortalmente, si no abrazan la fe.
En efecto, debemos decir que no sólo pecan mortalmente, si no responden a la vocación abrazando y asintiendo a la fe en el momento en que la gracia les previene y les llama interiormente, sino que también pecan mortalmente, si ya con anterioridad a que la gracia les prevenga, se oponen al Evangelio por su propia maldad o no quieren atender a lo que se les propone, ni sopesar algo tan importante y de lo que ─tal como se les enseña─, depende su salvación y la del resto de los hombres, con objeto de que, una vez conocida la verdad, intenten asentir a las enseñanzas evangélicas al menos en virtud de sus fuerzas naturales. Como ya hemos explicado, tienen libertad de arbitrio para hacer todo esto, ayudados tan sólo por el concurso general de Dios. En caso de que, como están obligados, quieran considerar sinceramente todo esto, la gracia divina les prevendrá de alguna manera ─mientras someten a consideración todo lo que se les enseña─ con anterioridad incluso a que se propongan asentir del modo que está a su alcance, es decir, en virtud de sus fuerzas naturales. Como Dios prevé con su ciencia quiénes de aquellos que van a oír el Evangelio, se propondrán asentir en virtud de sus fuerzas naturales ─como están obligados─ y quiénes no, sin lugar a dudas, para que quienes no asienten a la fe sobrenatural, no tengan excusas para su pecado, basta con que Dios esté dispuesto a prevenir con su auxilio y con su gracia en el mismo instante a todos aquellos que, según prevé, se propongan asentir en virtud de sus fuerzas naturales, de tal manera que, prevenidos no temporalmente, sino por naturaleza, escojan el asentimiento de la fe requerido para alcanzar la salvación.