Concordia do Livre Arbítrio - Parte III 1

Parte III - Sobre os auxílios da graça

Disputa XXXVI: Sobre los múltiples auxilios particulares y cuáles de ellos se denominan en particular «auxilios de la gracia»

1. Hasta aquí hemos hablado del concurso general de Dios y de la manera en que este concurso puede conciliarse con la libertad de arbitrio. Lo mismo debemos hacer a propósito de los auxilios particulares con que se nos asiste para que alcancemos la salvación espiritual y la vida eterna.
Pero estos auxilios son múltiples y variados. Aunque todos ellos, en la medida en que Dios los confiere gratuitamente y los ordena y prepara con providencia eterna, puedan recibir el nombre de «gracia», no obstante, sólo suelen denominarse «auxilios de la gracia» aquellos en virtud de los cuales nuestras obras son de orden sobrenatural y aquellos que, como disposiciones para alcanzar la gracia que convierte en agraciado o como disposiciones para alcanzar su incremento o el merecimiento de la vida eterna, son guía para alcanzar la felicidad eterna. Por esta razón, ni la predicación externa de la palabra de Dios, ni la promulgación del Evangelio, ni los reproches, ni las exhortaciones ─tanto si se hace de palabra, como por escrito─, ni finalmente el impulso por el que toda la Iglesia trabaja para mover a los hombres hacia la fe o el arrepentimiento o para conservar y hacer progresar a sus hijos, deben denominarse «auxilios de la gracia» en relación a los hombres que, por estos medios, reciben asistencia para alcanzar la salvación espiritual, como diremos en las siguientes disputas a propósito de los auxilios de la gracia. Más aún, ni los propios milagros, ni el don profético, ni la diversidad de lenguas, ni el discurso del saber, ni el de la prudencia, ni otras gracias conferidas gratuitamente a algunos miembros de la Iglesia para utilidad y provecho de otros, deben incluirse entre los auxilios de la gracia, como ahora decimos de ellos en relación a los hombres que, por medio de estos dones, reciben asistencia para alcanzar la fe o el arrepentimiento. Asimismo, ni las inspiraciones o pensamientos píos a los que incitan los santos ángeles ─sin otro auxilio de Dios─, ni los terrores u otros sentimientos que estos mismos ángeles provocan ─agitando los humores del cuerpo y los espíritus animales─, a través de los cuales se nos atrae hacia el bien y se nos disuade del mal, deben incluirse entre los auxilios de la gracia, como ahora decimos, al igual que tampoco la represión por la que impiden que el demonio nos asedie y provoque en nosotros pensamientos y sentimientos contrarios. Pues aunque todo esto y cosas similares sean auxilios particulares que ayudan al libre arbitrio a que, por una parte, obre como es debido en virtud de su libertad y, por otra parte, en presencia del auxilio de la gracia considerado de modo preciso, coopere en las obras sobrenaturales dirigidas a alcanzar la felicidad eterna del modo que acabamos de explicar, sin embargo, puesto que ni cada uno de ellos, ni todos ellos tomados simultáneamente, son suficientes para que, sin otro auxilio de Dios, el libre arbitrio haga algo que se pueda extender al orden de la gracia por ser sobrenatural y guiar hacia la felicidad del modo que hemos dicho, no pueden denominarse «auxilios de la gracia» considerados de modo preciso, es decir, como aquí los consideramos.
2. No obstante, debemos advertir que estos auxilios particulares están incluidos en el auxilio cotidiano, del que necesitan los hombres justos para perseverar durante un largo espacio de tiempo en la justicia recibida, como hemos dicho en la disputa 14, miembro 3, en la disputa 17 y en disputas posteriores. Ciertamente, como hemos dicho en los lugares mencionados, este auxilio no es un auxilio simple tal que se pueda conferir de una sola vez, sino que es múltiple y a través de él Dios nos ayuda, a lo largo de distintos momentos en el tiempo, a no caer en pecado mortal, ya sea reprimiendo al enemigo para que no hostigue, ya sea provocando de distintos modos temor u otro sentimiento piadoso, ya sea aumentando las fuerzas del libre arbitrio por medio de auxilios de la gracia propiamente dicha, ya sea ayudando de distintas maneras. Por esta razón, cuanto más potentes y más numerosos sean estos auxilios de los que está formado el auxilio cotidiano, tanto menor será el número de auxilios de la gracia que el auxilio cotidiano necesitará para conservar durante un largo espacio de tiempo la justicia recibida.
3. Por tanto, como cualquiera puede ver con facilidad de qué modo concuerda la libertad de nuestro arbitrio con los auxilios particulares que no se incluyen de modo especial entre los auxilios de la gracia, porque estos auxilios son como remociones de las tentaciones y de los impedimentos ─con objeto de que accedamos más fácilmente a Dios en virtud de nuestra voluntad libre y de que sigamos el camino de sus mandamientos─ o como consejos e invitaciones para hacer tal cosa ─en consecuencia, estos auxilios salvaguardan la libertad de nuestro asentimiento, de nuestro acceso y de nuestro camino─, por esta razón, en las siguientes disputas sólo hablaremos de los auxilios en virtud de los cuales los actos de creer, de tener esperanzas, de amar o de arrepentirse ─con los que el adulto se dispone libremente para alcanzar la gracia que convierte en agraciado─ son sobrenaturales y del modo requerido para alcanzar la salvación, en cuanto disposiciones conmensuradas y ajustadas al propio don de la justificación; también hablaremos de los auxilios con que se ejercen obras semejantes tras alcanzar el don de la justificación.
Aunque en gran parte esto ya lo hemos explicado en las disputas 8, 9 y 17 y no vamos a repetirnos aquí, sin embargo, debemos añadir algo para que la eficacia y la cualidad de estos auxilios y el orden e influjo total de Dios con nosotros con vistas a estas acciones, se entiendan mejor y sea más evidente en qué medida estas acciones dependen del influjo libre de nuestro arbitrio ─al que deben atribuirse─ y de qué modo, cuando realiza estas acciones, nuestra libertad concuerda con estos auxilios de la gracia y con el influjo divino dirigido a dichas acciones.
Ruego al lector suspenda su entendimiento hasta que, una vez explicada por partes ─poco a poco y a lo largo de varias disputas─ esta cuestión tan difícil, expliquemos la serie completa del influjo divino sobre estas acciones, nuestra cooperación simultánea y también qué confieren a cada una de ellas en particular los auxilios con que Dios coopera con nosotros y nos previene.